jueves, noviembre 21, 2024

El Mundial que no fue

Daniela Simón @DanielaaSimon

“Leo, nuestra relación no puede terminar acá. No nos podemos despedir así, en este lugar, en este momento. Sé que hubo momentos duros, en los que nada salió, en los que gritamos fuerte para no llorar. Si lo necesitás, te digo, tomate un tiempo”.

La Selección Argentina debió viajar más de 800 kilómetros para disputar los octavos de final en una cálida Kazán. La ciudad fue conquistada, al igual que Siberia, por Iván el Terrible, el primer zar ruso. Su reinado duró casi cuarenta años e implantó el régimen del terror en la población. El mismo terror que cultivó cada subida Mbappé que culminaron en una eliminación argentina. Los por qué, desde lo futbolístico, se vislumbran en lo que hizo el rival para apagar a Messi: Francia tomó nota del encuentro que había jugado Lionel Messi ante Nigeria, tapó a sus abastecedores de juego y pase, Éver Banega y Enzo Pérez, y Kanté fue una sombra constante e insoportable para el capitán.

Pero, al tomar como antecedente a las últimas caídas de la Selección, de seguro seguiremos llenando una mochila que Messi lleva a cuestas, con sus presiones, sus comparaciones y nuestras penurias.

Argentina recuerda entre sollozos de alegría los seleccionados juveniles, y cruza los dedos por un Messi goleador y ganador como en Mundial Sub 20 de 2005. Y no encuentra respuestas a lo que pasó después. En el Mundial 2006, el 10 jugó poco, o no tanto como a los hinchas (del fútbol) les habría gustado. Escuetos minutos y un partido de titular valieron para unos pocos firuletes y no mucho más.

La cita de 2010 era tener en cancha a dos glorias: Messi y Maradona. Uno en el banco y otro en la cancha, maestro y aprendiz. Pero, las ínfulas de grandeza, de demostrar que el mejor es argentino, que Messi es más o menos que Maradona, Di Stefano o cualquiera, es llenar de adoquines esa mochila que empezó a crecer y que nunca se vacía.

La ilusión desborda el alma cuando la TV muestra los compactos de lo que Messi hace en Barcelona. Sospechando que se puede tomar con pinzas al Messi blaugrana y ponerlo en el campo argentino, como si de un videojuego se tratara. Para que haga exactamente lo mismo.

Pero cuando todo parece indicar que sí, que lo hace, porque en la fase de grupos del Mundial 2014 fue elegido figura en los primeros partidos, aparecen otros fantasmas que se inyectan en la médula. Vuelven las críticas incluso cuando todo parece bien, cuando el equipo clasificó a cuartos o a la final. Incluso ahí, el afán por criticar es más fuerte. Si no fue ese, no será ninguno.

Las aguas se calman en la tempestad y a la orilla llegan las Eliminatorias y de vuelta a decir que sí, que Argentina va a ser campeón porque tiene a Messi. A pesar de que haya una AFA estropeada, unas inferiores que no tienen entrenador y un fútbol argentino que perdió el timón hace rato. Y cuando se complican las Eliminatorias, a colgar de la soga de vuelta al pibe que juega por la camiseta.

Somos así de cambiantes e infieles.

Y sí, quizás los hinchas, propios y ajenos, y hasta él mismo creía que 2018 era su año, por su madurez. Pero, con soberbia y autoridad, seguimos cargando de piedras un camino que se vuelve inhumano, y le pegamos en el piso al que recién está caído, y el árbitro nos debiera sacar roja. Le gritamos que no siente la camiseta, que camina, que no corre. Que no canta el himno, que mira para abajo, que no besa el escudo, que vivió siempre en España, que no jugó en el fútbol argentino, que no la pide, que no gambetea, que no tira buenos centros, que no habla con los periodistas, que renuncia, que no, que vení, que quedate, que no te podés ir, que volvió y no juega, que se lesiona, que no es líder, que maneja el equipo, que pide jugadores, que no pide, que hable, que no habla, que basta.

Y quizás hoy no nos amonesten por criticar a Messi, y sea por criticar a cualquier otro, a Sampaoli, a Agüero o al utilero. Porque buscamos explicación a preguntas que no querríamos hacernos nunca. Quizás sea que no hablamos ya de fútbol, sino de a ver quien le podemos pegar más.

Rusia 2018, puede ser el final de un capítulo triste, y que el cuento tenga otro desenlace. Messi puede escribir un quinto capítulo, con un fútbol más ordenado, un periodismo y una hinchada que tire para el mismo lado, para allá para Qatar 2022. Y tendrá 35 años, y quizás sea ese, y si no es, no hay nada que reprochar. Qedará en la memoria, haber visto jugar a Lionel Messi, tantas veces, con la camiseta argentina.

Foto: FIFA

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