Tomás Grasso @tomassgrasso
Luego de la dura derrota que sufrió la Selección frente a Croacia por 3 a 0 en Nizhni Nóvgorod, los jugadores sufrieron incontables críticas destructivas. Una de las acusaciones que más se reprodujo entre los fanáticos y periodistas es que los jugadores perdieron el fuego sagrado.
Recuperar esa llama eterna que llevó a esta generación de futbolistas al lugar donde están, jugar en las mejores ligas del mundo y sobresalir en ese nivel. Ese fuego que sirvió como guía para mantenerse durante más de una década a un nivel superlativo, es quizás, lo único que mantiene viva la esperanza.
“Que Messi siga así se explica desde el amor que le tiene a esta profesión, desde la pasión, desde ese fuego sagrado que tiene dentro, ese fuego sagrado que el competidor tiene que tener para mantenerse en un lugar de privilegio”, declaró Jorge Burruchaga, hoy mánager de la Selección Nacional, en referencia a la edad del capitán, en los meses previos a la Copa del Mundo. Pero cómo hace una persona para abstraerse de todo lo que sucede a su alrededor. La tensión se respira y los protagonistas sienten que deben complacer a más de 40 millones de argentinos que desde el 14 de junio se convirtieron en directores técnicos.
Pedirle a un jugador que se abstraiga y se sienta ajeno a todo lo que sucede en torno a la Selección, es pedirle que vuelva a su infancia, que vuelva a los potreros donde el futbolista se abría a su máxima expresión. Retomar esos sentimientos de jugar a la pelota por el simple hecho de amar la naturaleza del juego. Retroceder en el tiempo y situarse las canchas de barrio donde no se especificaban posiciones y ganar pasaba a un segundo o tercer plano.
La sociedad exitista en la que vivimos, aquella que no supo valorar tres subcampeonatos simplemente por el hecho de no ser primeros, intoxicó a esta generación. En vez de disfrutar la posibilidad de cumplir ese sueño de defender los colores celeste y blanco que tuvieron ellos y tienen millones de chicos que día a día corren detrás de la pelota, la padecen.
En 90 minutos esta camada luchará en dos batallas. La primera la que tienen con ellos mismos, volver a demostrar que la pueden dejar chiquita como lo hicieron en su infancia y durante su carrera profesional. Y la segunda frente a Nigeria, por la clasificación a los octavos de final. Tienen en su poder una llama que sigue encendida dentro de cada uno de los integrantes del plantel y una carta, la última, que también supieron utilizar frente Ecuador en la última fecha de las Eliminatorias.