jueves, marzo 28, 2024

Saransk: de la tercera división al Mundial

Franco Mazzitelli

Fue uno de los primeros estadios en darle la bienvenida al Mundial, y será uno de los primeros en decirle adiós: el Mordovia Arena le abrió sus puertas al mundo la tarde-noche del 16 de junio, cuando Perú reavivó sus esperanzas mundialistas ante Dinamarca, (Yussuf Poulsen, el delantero danés del Leipzing de Alemania, marcó el primer gol mundialista en Saransk, para el triunfo de su equipo), y la próxima semana se despedirá de Rusia 2018.

Es al igual que Volgogrado, Kalingrado y Ekaterimburgo, una de las sedes que solo albergará cuatro partidos, todos de primera ronda: Saransk vio como Japón vencía a Colombia el martes pasado, el próximo lunes recibirá el cruce entre Irán y Portugal por la última fecha del grupo B, y acogerá el partido entre Panamá y Túnez el grupo G cierre sus puertas el 28 de junio. Luego, reducirá su capacidad (de 45.000 asientos pasará a tener 30.000) y, eludiendo el triste destino de una mole abandonada, se transformará en un gran complejo deportivo, apto para eventos de vóley y básquet. También, y para darle más vida, está prevista la construcción de locales de ócio, porque la capacidad del estadio contrasta con la vida cotidiana y deportiva de Saransk, que es con poco más de 300 mil habitantes, la más pequeña de las sedes del Mundial, y su equipo (FC Mordovia) está en segunda categoría, luego de haberse coronado campeón de la tercera.

Su inauguración, el 21 de abril de este año, se dio en un partido de la Segunda división rusa (es la 3° categoría, detrás de la Primera división y de la Liga premier, el escalón más alto) entre Mordovia y el Zenit-Izhevsk, ante 13 mil personas. Pero además, Saransk goza del privilegio de ser considerada la sede más limpia y segura de todas, y una de la ciudades rusas con mejor calidad de vida, que eligió, por ejemplo,el actor Gerard Depardieu tras su exilió de Francia y posterior nacionalización como ciudadano ruso. Y Saransk lo agradece: un centro cultural lleva su nombre.

Con una notable infraestructura social, la ciudad le presta sus tradiciones al Mundial: los domingos resuenan las campanas en el campanario de la mítica Catedral de San Teodoro, y abundan los homenajes a los soldados caídos en guerra, como en La plaza de la Victoria, donde se erigen una torre de 18 metros y una escultura de una mujer entregándole una espada a un soldado, siempre iluminadas por una pequeña llama, que está justo al frente, y recuerda el espiritu de los soldados fallecidos. Esa llama que nunca se apaga, como nunca se apagará la llama mundialista, porque Saransk quedará marcada a fuego.

Como antes Polokwane en Sudáfrica 2010 (con algo más de 130 mil habitantes) o Ibarraki en Corea-Japón 2002 (solo 63 mil), es la ciudad sede más pequeña de este campeonato, y vivirá como si fuera la mismísima final del mundo la visita de Cristiano Ronaldo y compañía ante los iraníes, y el partido entre Panamá y Túnez, los más débiles del grupo G. Antes de que sus puertas se cierren y los aires mundialistas tomen otra ruta, lejos de Saransk, que ya habrá dicho adiós.

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