Rodrigo Engel
La historia futbolística del capitán croata, reciente tricampeón de Champions League con el Real Madrid, tiene un capítulo similar al del argentino, en el que el extraordinario talento eludió sus debilidades físicas. Apodado por algunos en Zadar, su ciudad natal, como “El Cruyff de los Balcanes”, Luka buscará sellar el pase a octavos de final y así mantener con vida el sueño de conseguir un título con su selección.
La Guerra por la independencia de Croacia, transcurrida durante 1991 y 1995, tras la crisis económica financiera de los 80′ y el final de la Guerra Fría, fue determinante en la niñez de Modric: el avance de las fuerzas rebeldes serbias en las zonas balcánicas obligó a la familia a recorrer de uno a otro los hoteles para refugiados. La pelota fue la solución del pequeño y delgado niño en aquel terrible contexto, donde las granadas volaban de un lado a otro y él jugaba, en un escenario que no lo permitía.
Josip Bajlo, director deportivo del Club Zadar en aquel entonces, fue quien se vio sorprendido ante las capacidades de Luka en el estacionamiento del Hotel Kolovare, su estadio preferido. A partir de allí, el Zadar se convertiría en su primer club. El entrenador Miodrag Paunovicdecía que no se hacía notar por su timidez, pero que su talento dentro del campo era evidente.
A los 12 años, el director de la Escuela del Zadar lo llevó a realizar una prueba en Hajduk Split, el club donde Modric soñaba con jugar. Sin embargo, llegó el primer gran golpe deportivo: la falta de físico pesó más que su calidad. Los entrenadores pensaban que era demasiado pequeño, poco desarrollado físicamente y no lo ficharon. A diferencia de Messi, quien sufría un déficit parcial de hormona de crecimiento a los 9 años y necesitó de un costoso tratamiento del cual Newell’s Old Boys de Rosario, el club de sus amores, no se hizo cargo, derivando en la ida del argentino al Barcelona de España, lo del croata era solo cuestión de tiempo.
El Dinamo de Zagreb, rival encarnecido del Hajduk Split, fue quien se quedó finalmente con el diamante. La visión para generar juego fue la principal característica por la cual decidieron contratarlo en 2003. Aunque permaneció cedido por dos temporadas en Zrinjski e Inter Zapresic, regresó para conquistar seis títulos y en 2008 ser transferido al Tottenham de Inglaterra.
El 27 de agosto de 2012 se convirtió en nuevo jugador del Real Madrid, donde fue parte de las últimas 4 Champions League conquistadas por el conjunto merengue y siendo pieza fundamental en el esquema de Zinadine Zidane. En silencio y con la misma timidez que recalcó su primer entrenador, es el abanderado del manto sagrado con el número 10. Los jugadores como Lukita no brillan, lo que brilla es el juego que ellos mismos producen.
El Cruyff de los Balcanes ha sido ubicado en todos los sectores del mediocampo a lo largo de su carrera: fue enganche, parte del doble pivote, mediapunta por izquierda y por derecha, cumplió tareas ofensivas y defensivas, de marca, de distribución. La eficacia en la ejecución de pases es abrumadora, prácticamente perfecta.
La leyenda croata Zvonimir Boban comparó sus cualidades con las del italiano Roberto Baggio. “Es el mejor jugador nacido en nuestra tierra de la historia”, expresó Robert Prosinecki, ídolo de la selección que logró el tercer puesto en Francia 1998. El perfeccionamiento de su técnica desde pequeño, su talento individual único y la fuerza mental para no caer ante la situaciones adversas lo instalaron como ejemplo en Croacia.
“Cambiaría mis títulos individuales por ser Campeón Mundial en Rusia”, declaró días previos a la Copa del Mundo, uniéndose al mismo sueño que Messi, quien reiteró en varias oportunidades el deseo de llevar a su país a la cima.
El fútbol los cruza en un encuentro que cambiará el rumbo del Grupo D en Rusia. Ambos con la misma numeración, como en el Real Madrid y el Barcelona. Dos señores que vencieron con talento a las incapacidades físicas. Dos señores que continúan dándole prestigio mundial a la talentosa número 10.