viernes, noviembre 22, 2024

No se puede vivir del fútbol

Santiago Luli

Desde la década de 1930 en el fútbol argentino se reconoce a cinco clubes como los “grandes”: River, Boca, Independiente, Racing y San Lorenzo, y cada vez que se enfrentan entre ellos las cámaras se centran allí. En una fecha en la que los dos equipos más populares del país jugaron un sábado, ya que disputarían la Copa Libertadores entre semana, los ojos se enfocaron en el partido entre los de Boedo y el conjunto de Eduardo Coudet, puntero de la Superliga, el domingo a las once de la mañana, un horario no habitual para los cotejos de gran envergadura. Entonces, ¿por qué se disputó en ese momento? Por Silvio Rodríguez.

Argentina está viviendo uno de sus peores momentos económicos de los últimos años con un dólar a casi 40 pesos, una inflación imparable y un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional para recibir un préstamo que en el futuro será impagable. En América Latina la derecha llegó para quedarse y la victoria del militar homofóbico y xenófobo Jair Bolsonaro en Brasil lo único que genera es la premonición de un futuro oscuro en toda la región. Sin embargo, en este contexto desolador, hay trovadores que mantienen la esperanza de las clases populares a través de poesías que se mantienen vigentes a lo largo de la historia. Uno de ellos es el eterno Silvio Rodríguez.

El cantautor cubano desembarcó en el país para ofrecer dos recitales en el Luna Park y al ser elevado el precio de casi todas las ubicaciones del estadio, obsequió a quienes no podían costearlo un espectáculo gratuito en Avellaneda, organizado por la municipalidad de esa ciudad. Casi 100.000 personas aprovecharon su generosidad y se congregaron en la Plaza Ucrania para disfrutar de la delicada voz de quien había realizado un concierto similar en octubre de 2015 en el barrio porteño de Villa Lugano.

En 2012 en Chile, un concierto de Rodríguez fue reprogramado porque iba a ser en el Estadio Monumental de Colo Colo y el campeonato de fútbol tuvo la prioridad de utilizar ese escenario. Seis años más tarde, en Argentina pasa lo contrario, sin siquiera necesitar de una cancha de fútbol para el show. Entonces, ¿por qué la música relega un partido del deporte más trascendente del planeta? Por la necesidad de muchos de escuchar a quien le agrega ritmo a sus reclamos y a sus pensamientos, y de estar en ese ambiente rodeados por sus pares, algo que hace un lustro no parecía menester en una América Latina que defendía a los sectores más bajos del status social.

El clima era familiar, amistoso, cálido. Las reposeras abundaban en los sectores con pasto, los niños estaban a dos metros de altura gracias a la ayuda de los hombros de sus padres, los mates se compartían entre amigos y desconocidos y las personas mayores hacían puntitas de pies para ver en el escenario a uno de los principales representantes de la justicia social. Cuando comenzó a sonar la canción Eva, pocos segundos bastaron para elevar el cuerpo y observar una marea de pañuelos verdes manifestándose por la legalización del aborto seguro y gratuito.

En La Maza, uno de sus hits, el grito se puso en el estribillo y en la frase “Si no creyera en lo que lucha”, y en El Necio el énfasis estuvo en las frases “me vienen a convidar a tanta mierda”, “dirán que pasó de moda la locura” y “yo me muero como viví”. Esta última canción se había vuelto a popularizar en tiempos del Mundial de Rusia ya que sonaba acompañando a imágenes de Diego Maradona, quien le regaló personalmente una camiseta autografiada a Rodríguez en un recital en 2015, y a cambio, él le obsequió un libro firmado con la inscripción “a Diego Armando Maradona, del pésimo futbolista que le admira, Silvio”. Muchas veces el escenario apagaba sus luces, la estrella se iba y la multitud comenzaba a retirarse, sin embargo, siempre había tiempo de descuento para volver y cantar éxitos como La era está pariendo un corazón y así generar melancolía en los que escuchaban la versión de Washington Carrasco y Cristina Fernández los sábados por la mañana en Marca de Radio, el programa de Eduardo Aliverti.

Una de las características de Avellaneda es que las canchas de sus dos clubes principales, Racing e Independiente, están separadas por menos de 5 cuadras, lo que no permite que jueguen el mismo día y horario por el riesgo a que se generen enfrentamientos entre los fanáticos de ambas parcialidades, más específicamente los barras bravas, con la justificación de dejar “la vida por los colores” y “matar o morir” por la institución que los representa. No obstante, el domingo sólo hubo una hinchada en la que predominaba la alegría, una hinchada que coreaba las canciones del poeta estandarte de la Revolución Cubana, una hinchada que pedía por la unidad de los trabajadores y que busca ganarle el partido a la derecha exclusiva.

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