viernes, marzo 29, 2024

La historia del Messi del pádel, ese que se fue de Pehuajó para brillar en Europa

Por Federico Bajo @FedericoBajo

En sus últimos meses de vida, cuando ya había arrancado el tratamiento para hacerle frente al cáncer de pulmón que le habían detectado hacía poco, el holandés Johan Cruyff llamó por teléfono y advirtió su fatídico final:

-Acá estoy, en la lucha. Voy ganando 2 a 0 pero tengo un rival muy difícil enfrente.

El interlocutor de aquella conversación telefónica estabade vacaciones del otro lado del Océano Atlántico y lo atendió desde el patio de la casa de sus padres. Era el argentino Fernando Belasteguín, a quien el holandés definió como “el Messi del pádel”.

Sin embargo, el llamado más trascendente para la carrera de Belase se produjo en 1999 cuando el argentino Roberto Gattiker, quien era el ídolo de la infancia de Fernando y quien junto a Alejandro Lasaigues habían conformado una de las mejores parejas en la historia del pádel, le ofreció jugar con él una gira en España, justo después de que Bela decidiera dejar el pádel.

Fernando Belasteguín, quien hoy tiene 39 años, es el número uno del ranking mundial de pádel hace 16 años y ya lleva ganados cinco campeonatos mundiales para Argentina: 2002, 2004, 2006, 2014 y 2016. Pero para conocer más en profundidad a ese personaje que se esconde detrás de uno de los mejores jugadores en la historia de este deporte hay que trasladarse a 365 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires. Más precisamente a Pehuajó, su ciudad natal, a donde vuelve todos los veranos a visitar a sus padres y en donde llora desconsoladamente cada vez que se despide de los suyos.

Fernando nació el 19 de mayo de 1979 y vivió durante toda su infancia a una cuadra de la sede del Club Atlético General San Martín, donde empezó a jugar al fútbol desde chico.

En 1990 San Martín inauguró canchas de pádel -que en un principio iban a ser canchas de tenis- en su sede, un edificio ubicado en la esquina de Chassaing y González del Solar, a una cuadra del parque General San Martín, uno de los principales puntos de encuentro para la gente de aquella ciudad.

Así fue como a sus 11 años Fernando comenzó a practicar pádel al mismo tiempo que jugaba al fútbol. Todo lo hacía en el Santo, club del que es hincha. Incluso, tal es su amor por el Rojo del Parque que Bela ha declarado que siempre llevará la espina clavada de no haber vestido nunca la camiseta -roja y verde a rayas verticales- del plantel de primera ya que solo llegó a jugar en reserva.

A pesar de la distancia que los divide, Fernando siempre se hace un lugar para visitar a sus amigos en su querido club: “Cuando viene a Pehuajó va a la sede de San Martín, este año no fue pero siempre va a comer un asado o a jugar al pádel con el hijo”, afirma Jorge Belasteguín, su papá.

Actualmente al equipo de fútbol de primera división de San Martín, que compite en la Liga Pehuajense de Fútbol, lo dirige Mauro Ferraci, amigo de la infancia de Bela y con quien éste empezó a jugar al pádel en Pehuajó. Además, Ferraci no solo cumplió el sueño de su amigo de vestir la camiseta de primera división del club, sino que también se convirtió en el máximo goleador en la historia del Santo.

En 1992 Fernando viajó a Macachín, ciudad ubicada en La Pampa, a jugar junto a su pareja Lucio Ranocchia, un chico de Santa Rosa, un torneo al que fueron invitados por el circuito de pádel argentino y que sería trascendental para su futuro. Ese certamen marcaría para siempre la vida deportiva del pehuajense ya que no solo ganó el torneo sino que allí Belacaptó la atención de Roberto Díaz (padre de los jugadores Matías y Gonzalo) quien lo invitó a realizar la pretemporada al año siguiente en un centro de alto rendimiento que él dirigía en Buenos Aires. Debido a que los padres de Fernando no podían costear los gastos de su estadía en Capital, Díaz lo hospedó en su casa.

Después de aquella pretemporada en 1993, Bela acordó competir durante todo el año con Gonzalo Díaz como su dupla. Luego, entre 1994 y 1998 Fernando también jugaría con Díaz como compañero, pero en este caso sería Matías, el hermano mayor de Gonzalo, el que lo acompañaría en la cancha.

Durante todos esos años el hijo de Jorge y Beatríz viajaría casi todos los fines de semana a competir a Buenos Aires. En los viajes de regreso a Pehuajó, en el micro que tomaba en Avenida Márquez y Panamericana, Bela hacía las tareas de la escuela. Llevar al día los estudios era una obligación.

Para 1998, el objetivo de Matías y Fernando, pareja que había llegado a ser número cinco del ranking nacional, fue ir a competir a España. Para solventar ese viaje, además de conseguir sponsors, Bela vendió paletas. Luego de aquella travesía de 15 días en el país europeo, en 1999 ambos decidieron dejar de jugar juntos.

Tan importante fue esa etapa para Fernando que en su autobiografía titulada Bela. Esta es mi historia afirma: “Si no fuese por la familia Díaz hoy no sería jugador de pádel”.Ese libro, cuyo prólogo fue escrito por Andrés Iniesta, revela, entre otras cosas, las cualidades humanas de este deportista. La recaudación conseguida por los ejemplares vendidos fue destinada a la Fundación Infantil Ronald McDonald que ayuda a las familias que tienen hijos con graves problemas de salud y que se encuentran hospitalizados lejos de sus ciudades de residencia, a la Panadería El Futuro de Pehuajó y a la Escuela Especial de Bolívar Fernando Belasteguín. Estas dos últimas instituciones trabajan con chicos con capacidades diferentes.

En 2017 en una entrevista con Cinco Anillos el pehuajense se refirió a la Escuela de Bolívar que lleva su nombre: ”Es el mejor premio que me ha dado el pádel, los deportistas tenemos la grandísima suerte de que con muy poco podemos hacer felices a muchísima gente y eso es un privilegio que muy pocos podemos sentir y disfrutar”.

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Actualmente Fernando vive en Barcelona y está casado con Cristina, una española con la que tuvo tres hijos: Federico, el mayor, Sofía, la hermana del medio, y Bea, el hijo menor.

Sin embargo, llegar a donde está hoy no fue nada fácil para el muchacho de Pehuajó. El desarraigo fue algo que sufrió desde el primer momento que dejó su país, y aún hoy lo padece ya que como relató el escritor francés Emmanuel Carrére en su novela biográfica Limónov “abandonar la vida que siempre habías conocido y partir hacia otra de la que esperabas mucho pero no sabías casi nada, era una forma de morir”.

En 2001, con solo 20 años Bela decidió irse a vivir a España para jugar junto al español Pablo Semprún quien, asesorado por Alejandro Sanz -con el que Fernando realizó una gira poco tiempo después de la que había hecho junto a Gattiker-, lo llamó por teléfono y le propuso jugar el circuito español e internacional. Sí, otra vez una llamada inesperada cambiaba los planes del pehuajense.

Tras su partida, en Pehuajó quedaron sus padres, sus abuelos maternos, su hermana Natalia, sus amigos, su novia en aquel momento e incluso debió abandonar los estudios de Ciencias Económicas que había comenzado luego de terminar la secundaria en el Centro Regional Universitario de Bolívar, que pertenece a la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).

Pese a que la tecnología ha logrado acortar la distancia de la familia, los padres de Fernando lo extrañan cada vez más. “Cuando nos dijo que tenía decidido irse a Europa lo tomamos bien porque veíamos que podía andar. Nosotros hemos ido pero siempre se extraña. Si hoy me decís que tengo que hacer de vuelta todo para que se vaya capaz te diría que no porque después lo perdés”, sentencia Jorge sentado en el sillón del living de su casa con un dejo de tristeza que se impregna en el ambiente. En aquella habitación se lucen, entre otras cosas, los once Olimpias de Plata que ha ganado Fernando.

Tanto sus padres, como sus otros familiares, son fieles seguidores de hijo pródigo de Pehuajó. En especial su tío que cada vez que Fernando viene a jugar a Argentina se va el primer día a verlo. Incluso ha vuelto de fiestas a las 5 de la mañana y a las 7 ya estaba levantado de nuevo para ver jugar a su sobrino.

El año pasado, a los 94 años falleció el abuelo de Bela que lo siguió hasta el final: “Lo traíamos a las 7 de la mañana a mi casa para ver jugar a Fernando por televisión –cuenta Jorge-. Lo miraba siempre, a lo último no entendía mucho pero a su nieto lo reconocía”.

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Cuando Fernando Belasteguín está en Pehuajó, su lado más conocido, el del hombre que es un mito del pádel, pasa a segundo plano. Allá simplemente es “el pibe que juega al pádel” o “el hijo de Betty, la maestra de escuela, y de Jorge, el banquero”. Allí “vuelve a ser el mismo que cuando era un niño”, afirman su mamá y su hermana en su autobiografía.

En Pehuajó Fernando puede caminar tranquilo y “dejar de ser un producto”, al menos por un tiempo, como él mismo confesó en una entrevista con El Enganche.

En la actualidad, Bela es el máximo exponente y mayor orgullo de la ciudad del noroeste de la provincia de Buenos Aires junto a la tortuga Manuelita, el personaje de la canción infantil de María Elena Walsh. Pero no a todos los pehuajenses le cae simpático ser reconocido por una tortuga. Curiosamente, estos dos personajes trascendieron por haberse marchado de la ciudad: Fernando partió en busca de sueño a España, y Manuelita hizo lo propio hacía París pero vaya uno a saber por qué.

A pesar de todo, Fernando no goza de ningún privilegio en Pehuajó: “En el gimnasio que vas a entrenar (en Europa) te esperan con una toalla limpia.Acá voy al gimnasio delNegro Pacheco y si dejo una pesa tirada me tira un pelotazo en la cabeza. A mí esas cosas son las que me nutren y me dan energía para ir a trabajar en España todo el año”, contó el pehuajense en una entrevista con Infobae el año pasado.

De todos modos sus logros no pasan desapercibido para los pehuajenses ya que cada año Bela es reconocido en la Fiesta del Deporte de aquella localidad por su excelente desempeño deportivo e incluso un playón donde se realizan actividades deportivas lleva su nombre.

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No quedan dudas que aquella llamada de Cruyff no fue la más transcendente para Bela o al menos no cambió por completo su vida deportiva, pero sí demuestra la admiración y respeto que el pehuajense se ganó a nivel mundial. Un reconocimiento que es incluso mayor que en su propio país.

Todo lo que Fernando ha logrado en el pádel, sobre todo en España donde vive, la cantidad de títulos ganados, mantenerse en la élite durante tanto tiempo y su perfil bajo hacen imposible no comparar al hombre de las 216 finales ganadas de 261 jugadas con Lionel Messi, el astro argentino del equipo culé. Tal vez por todas esas razones fue que Cruyff definió a Fernando Belasteguín como “el Messi del pádel”.

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