viernes, mayo 3, 2024

La historia de un gigante

Por Fiorella Caruso

Su espíritu inquieto y atrevido lo llevó a esa acción. Aquella que todos los seguidores del básquet recuerdan. Esa imagen de Facundo Campazzo en el aire, con el brazo estirado tapándole el tiro de dos a Kobe Bryant.

Ese fuego interno que lo caracteriza hizo que tapara a uno de los mejores jugadores de la NBA. Pero a él no le importó el nombre de ese hombre moreno de casi dos metros de altura que tenía en adelante. Como un león frente a su presa, tenía los ojos fijos en la pelota, y su único objetivo era evitar que ingresara al aro.

Era la primera vez que se enfrentaba al Dream Team. Este partido, en el marco de un amistoso previo a los Juegos Olímpicos de Londres 2012, fue la antesala al comienzo del sueño olímpico que cumpliría el 29 de julio de ese mismo año frente a Lituania.

Argentina perdía por 17 puntos y le costaba encontrarle la vuelta al partido, mientras que Estados Unidos convertía en todas las jugadas y lastimaba con los tiros de tres. El ingreso de Campazzo a la cancha le aportó dinámica al equipo, y a pesar de que se enfrentaba a gigantes del básquet como LeBron James, Chandler Tyson, Kevin Durant, Chris Paul y Kobe Bryant, jugó y se movió con la picardía de siempre, molestando a sus rivales y ayudando a sus compañeros. Como se diría en la jerga callejera: “No le pesó la camiseta”. Sin embargo no fue tan sencillo para él. No es fácil jugar en ese nivel con mi altura -1,79 metros-. Pero no es imposible. Traté de disimularla corriendo con mucha intensidad, defendiendo fuerte, jugando agresivo. Así, no me doy cuenta. Nada es imposible y se puede jugar ante cualquiera”, le confesó al diario cordobés Día a Día.

La historia de Campazzo empezó mucho tiempo atrás, en la ciudad de Alta Córdoba. Tenía cuatro años cuando conoció el básquet gracias a su madre, María Elena, quién un día lo llevó al club Municipalidad de Córdoba para que haga algún deporte porque “era hiperquinético y tenía muchas energías”, así que tres veces a la semana lo acompañaba a entrenarse y a los partidos.

Campazzo no sólo usaba la astucia e inteligencia que lo caracteriza en el campo de juego para el básquet, también lo hacía para irse de la escuela. “Las veces que me llamaban del colegio porque se sentía descompuesto, y cuando llegaba, estaba bárbaro. Se portaba bien, pero era muy vago para estudiar, cuenta su madre, quien lo acusaba de ser vago, porque todos los años se llevaba 10 materias que luego rendía y aprobaba.

A los 10 años, tuvo un romance con el fútbol, en el que también -según su familia- se destacaba. Pero un día, Mary, lo hizo elegir entre uno de los dos deportes, y se quedó con el básquet.

Cinco años después, Facundo jugaba en Unión Eléctrica y por primera vez tanto él como su club se iban a enfrentar a Peñarol en un cuadrangular semifinal del campeonato Argentino de Clubes U18. Su talento, rapidez, actitud y desfachatez para jugar captivaron al cuerpo técnico de esa categoría del club marplatense.
Mucho habló de ese tema con su mamá, quien en su interior sabía que él quería irse a Mar del Plata, así que ni bien cumplió los 16, Campazzo emprendió un viaje que sólo significaba el desafío de jugar en otro club, lejos de casa, pero de lo que no tenía consciencia es que a partir de ese momento su vida iba a cambiar.

No fue fácil esa decisión para su entorno familiar. A su mamá, Mary, fue quizá a quien más le costó la separación: “Lo extrañaba muchísimo, así que viajaba cada mes y medio a verlo, y lo veía bien. La llegada mía era hermosa, pero la despedida era tremenda, yo lloraba y Facu me decía ‘No seas tonta, no llores’, y hasta el día de hoy es igual”.

Una vez instalado en Mar del Plata, comenzó a entrenarse duro, pasó horas y horas en el gimnasio durante cada categoría que fue transitando, hasta que un día, Sergio Hernández, ex director técnico de Peñarol, lo llamó a entrenarse con el equipo de primera y jugaron un picadito. Pablo Sebastián Rodríguez, más conocido como Tato, era en ese entonces el capitán del equipo. Y allí estaba, picando la pelota en el centro de la cancha, cuando Campazzo tuvo el descaro de robársela, y pasársela a Byron Johnson para que la volcara potentemente con las dos manos.

Su debut se produjo el 10 de octubre de 2008. Se enfrentaba a Gimnasia y Esgrima de Comodoro Rivadavia en el Polideportivo de Mar del Plata. Solo jugó dos minutos y alcanzó a anotar dos puntos y bajó dos rebotes. Al principio no tuvo muchos minutos de juego, pero casi a final de temporada consiguió estar más tiempo debido a la buena participación que tuvo durante los playoffs.

La titularidad en el equipo no le llegó de la manera más feliz. Tato Rodríguez le decía adiós al básquet por una afección cardíaca que le impedía volver a jugar profesionalmente. Trato de repetir lo que hacía Tato: hacer jugar al equipo y que estén todos contentos”, declaró Campazzo en El Gráfico. También confesó en Olé que el ex capitán de Peñarol lo acompañó en ese nuevo desafío de hacerse cargo del equipo y lo supo aconsejar: “Me dijo que no me tenía que convertir en él ni en Pepe Sánchez. Que hiciera mi juego y buscara mi propia identidad. Que supiera que a veces hay que correr y otras parar”.

A pesar de que su vida empezó a tomar un vertiginoso ritmo, siguió cerca de su familia. Al segundo año de estar en Mar del Plata, llamó un día a su hermano, Marcelo, padre de su ahijado y con quien mantiene una estrecha relación, para decirle que quería que ambos se hagan el mismo tatuaje. Ni bien lo decidieron, Facundo se preguntaba qué se podían tatuar, ya que él quería que sea algo con significado y su hermano encontró la solución. “Yo tengo una quiniela y los números tienen significados. El 99 es los hermanos y me pareció buenísimo. Le dije a Facu y le encantó. Vino a Córdoba y lo hicimos (siempre sale con la suya)”, contó entre risas.

Su paso por Peñarol fue exitoso. Obtuvo cuatro títulos de la LNB en cinco finales disputadas, ganó tres Super 8, una Liga de las Américas, dos Interligas y una Copa Argentina. También fue elegido MVP de las finales en las temporadas 2011/12 y 2013/14 y recibió el Olimpia de plata al mejor basquetbolista en 2012 y 2013.

Su vínculo con la Selección empezó con el Sudamericano que se jugó previo a los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Ese torneo definía cuál de los bases iba a obtener un lugar en el plantel para disputar los Juegos, si Nicolás Laprovittola o Campazzo. Finalmente, luego de que Argentina saliera campeón del certamen, el cordobés, fue el elegido. “La verdad que todavía no caigo”, le dijo al diario Mundo D cuando se enteró de la noticia. Hacía casi un año atrás que había sido cortado por Julio Lamas para participar del Panamericano y sus ilusiones de entrenarse con la Generación Dorada se habían caído, pero en ese momento ese sueño estaba más vivo que nunca.

En los Juegos participó de los ocho partidos que disputó Argentina, sumando varios minutos durante cada enfrentamiento. Frente a Túnez se encontró con que tuvo que tomar las riendas del equipo por la ausencia de Pablo Prigioni debido a un cólico renal. A pesar de que comenzaron perdiendo, lograron ganar por 92 a 69. Campazzo jugó los 40 minutos y fue uno de los jugadores más importantes para el equipo. Terminó con 12 puntos, 7 asistencias y 9 rebotes.

TODOS HABLAN DE CAMPAZZO

Tiene 23 años y logró ser campeón de la Liga Nacional, jugó unos Juegos Olímpicos, un Mundial, y hoy es parte del plantel del Real Madrid con Andrés Nocioni como compañero. Su carrera recién empieza y sólo él sabe cuál es su techo.

“Facu sigue siendo el mismo chico que se fue de Córdoba, la persona no cambió, es humilde, fresco, feliz, y espero que eso nunca cambie”, así describe Mary a su hijo.

Sergio Oveja Hernández tiene un gran afecto por Campazzo y lo quiere como a un hijo ya que lo dirigió desde los 16 años hasta el 2013. “Ese enano no tiene nivel, tiene la cara como una piedra. Es un fuera de serie”, manifestó y agregó: “Él era un terremoto en la cancha, todo saguíneo, y ahora veo otro jugador. No tiene freno. Va a jugar en el Madrid, NBA, donde sea, porque se alimenta del talento que tiene al rededor y aprende”.

En cuanto a su persona Hernández lo describió como a alguien que está bueno tener de ejemplo: Campazzo te demuestr que podés lograr cosas que de antemano la vida te dice que no. Él no tiene las condiciones físicas para este deporte, mide 1,78 cm con tacos – gracias a las zapatillas Nike con cámara de aire que le agregan 2 o 3 cm – no es atlético y tiene tendencia a engordar, y sin embargo es una cosa increíble”.

Gabriel Fernández, pivote del equipo marplatense y ex compañero de Campazzo opinó: “Facu es un jugador que reúne todas las condiciones con la mentalidad y el rendimiento que tenía la Generación Dorada. Es desafiante, con carácter y nada lo asusta. Junto con Scola va a ser uno de los líderes de la Selección Nacional”.

Los hinchas de Peñarol tienen un gran afecto por él, lo apodan El pequeño gran héroe por todo lo que significó para el club y a pesar de que recién se fue no ven la hora de verlo volver.

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