martes, abril 23, 2024

El villano favorito se llevó la NBA

Por Nicolás Bruno @NicoJBruno

Lo consideraron el villano, el traidor, la bomba que destruyó la liga. Lo llamaron cobarde, liviano, débil. Lo odiaron quienes lo amaban, le faltaron el respeto quienes lo admiraban. Lo insultaron quienes lo aclamaban, quemaron su camiseta quienes decoraban su casa con su vestimenta. Pero eligió, por primera vez. Y se consagró campeón de la NBA.

Kevin Durant decidió abandonar su Oklahoma City el 4 de julio del año pasado. El día que todos los ciudadanos norteamericanos celebraban su Día de la Independencia, él se independizó de su hermano Russell Westbrook, y también liberó de todos los fantasmas a Golden State: se enfrentaría a lo que sea con tal de conseguir el Larry O´Brien.

Analizar a los Warriors, merecido ganador de las Finales de este año, es el objetivo. Y la introducción con los dos párrafos anteriores, la herramienta. ¿Por qué? Sencillo: el sobrehumano que desequilibró la balanza para la Bahía de San Francisco tiene nombre y apellido, y fue el MVP de la final.

Hace dos años, el revolucionario rendimiento de Golden State y la heroica temporada de Steph Curry los llevaron a pelear por su primer campeonato. Se veía una identidad similar a la de San Antonio, con conexiones ofensivas dignas de FIBA, la búsqueda del mejor compañero abierto y un gran aporte de la banca, pero con una dinámica ofensiva admirable y el tiro de tres puntos como su arma letal. Ya eran favoritos antes de las lesiones de Kyrie Irving y Kevin Love, pero con Cleveland diezmado no hubo quien los detuviera.

Al año siguiente la convicción de su identidad no debía por qué verse cuestionada luego del título. Sin embargo, lejos de ponerse en duda, se perfeccionó. Esta vez sí con un Curry de otra galaxia, y el récord de 73-9 en sus hombros, comenzaban la postemporada. Pero su héroe se lesionó y llegó tocado a las Finales, donde también Draymond Green cometió un par de errores de conducta y fue sancionado. Con Cleveland entero, el más poderoso LeBron James consiguió lo que nadie antes: remontar un 1-3 en las Finales y ser campeón con los Cavaliers.

Todo fue historia, y se especulaba con que se repetiría, hasta que llegó él y formó la liga de los villanos que desafiaría al hoy superhéroe de la NBA, LeBron, que hasta hace unos años era el malo de la película. Todo fue historia hasta que el traidor, el tibio, el odiado por el amor que había causado y el no respetado por la admiración que había generado, eligió cambiar la liga, una vez más.

En esta oportunidad el juego de Golden State se perfeccionó con tanta rapidez, que provocó el rechazo de muchos, al considerarlos cobardes. Se convirtieron en el Escuadrón Suicida, pero para enfrentar equipos terrestres. Sólo en Ohio se erguía el vigente campeón, y los villanos estaban armados específicamente para esa batalla. Otra vez no podían fallar, y armaron un “súper-equipo”, para ser comparado con los Celtics de Bill Russell y los de Larry Bird, el Showtime de los Lakers de Magic Johnson, o los Bulls “72-10” de Michael Jordan.

Sortearon obstáculos con simpleza, como el choque de protagonismo en la ofensiva entre el líder del escuadrón, Curry, y el temible Durant. Si bien el rendimiento del equipo no era cuestionado, sí la actuación del último Jugador Más Valioso, quien no conseguía desencadenar toda su magia. Un par de retos de Green acomodaron al nuevo en la ofensiva, pero principalmente en su propio aro, donde el primer mes se concedió una importante cantidad de puntos del rival a pesar de las victorias.

Paradójicamente fue la lesión del oriundo de Washington la que los convirtió en una máquina casi invencible. Sufrieron un par de derrotas consecutivas, bajo rendimiento y sequía ofensiva. No obstante, cuando Curry logró volver a ser él mismo, nunca dejó su protagonismo, y el terror que se había generado cuando los fanáticos se imaginaron a cuatro All-Star conviviendo en el mismo quinteto se hizo realidad.

Para la postemporada, el Escuadrón Suicida estaba preparado: Kevin Durant logró incorporarse al ritmo de los Warriors de Steph Curry, su capitán. Y así, compartiendo el liderazgo y la brillantez, Klay Thompson cedió protagonismo cuando fue necesario, y se avocó en defender el perímetro, al igual que Green la pintura. El sistema perfecto había conseguido que todas sus piezas se ubiquen sin flaquezas, y la escoba comenzó a barrer…

Doce triunfos seguidos, cuatro frente a cada rival, Portland, Utah y San Antonio, los depositó frente a frente, una vez más, con LeBron James. Los dos mejores equipos por primera vez se enfrentarían en plenitud. Pero el Rey y sus soldados, acostumbrados al poder anterior de Golden State, no pudieron con quien estaba destinado a ser el villano favorito.

Una mezcla entre la sed de revancha de los Bulls de Jordan frente a Detroit, el coraje y espíritu defensivo de aquellos Bad Boys y el Showtime de los Lakers fueron el repertorio que demostraron los malos frente a los buenos, en los primeros tres partidos. La liga entera, los fanáticos y el periodismo que se había mostrado indignado por la formación de un “súper-equipo” querían justicia.

Y así el Rey, uno de los héroes más poderosos de todos los tiempos, tenía que realizar lo imposible. La maldición que el día que sea rota marcará un hito en la historia de la NBA: los 0-3 no pueden revertirse. Y a pesar de un gran nivel de Irving y JR Smith en los últimos encuentros, fue inútil. Fue 4-1, y esta vez ganaron los villanos, o por lo menos así quieren apodarlos.

¿Son realmente villanos Curry, Thompson y Green cuando resignaron dinero, minutos, puntos y liderazgo para que llegara uno de los mejores anotadores jamás vistos para ser campeón? ¿Es realmente villano Durant, quien desde los 8 años sueña con salir campeón, por haber dejado a Oklahoma luego de 9 años, cuando el Thunder se esmeró para desarmar una gran plantilla que estuvo cerca en 2012 y esta fue la primera vez que pudo elegir su destino por ser agente libre?

El superhéroe no flaqueó, flameó su capa con la 23 en la espalda en Oakland y Cleveland. Utilizó todos sus trucos, todas sus armas. Peleó hasta su último suspiro y se convirtió en el primero en promediar un triple doble en Finales. LeBron James no pudo con dos Jugadores Más Valiosos que priorizaron el éxito deportivo antes que el económico y la popularidad. Steph Curry volvió a ser campeón, se redimió con una actuación brillante en los cinco partidos y mostró su hegemonía. Pero Kevin Durant, de los jugadores con más recursos en la historia de la liga, tenía que tener sus Finales. Se las debía. Y esta vez, fue el villano favorito.

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