Por Catalina Sarrabayrouse
En esta oportunidad juegan en el mismo equipo dos jugadores que al escritor Jorge Luis Borges no le agradaban y, como tantas otras cosas, los ha cuestionado: el fútbol y la Revolución Rusa.
Esta última fue factor de análisis para el escritor al analizar los orígenes y cómo fue mutando. En un comienzo él la defendía e incluso la apoyaba: “Yo era partidario de la Revolución Rusa, un mundo sin fronteras, un mundo de paz, de justicia social”, confesó en una entrevista realizada para el programa de televisión La Gente. Su apoyo desapareció al sentir que se parecía a aquello que quería diferenciarse, es decir al zarismo y toda su esperanza se desvaneció al ver distintas películas rusas. “El acorazado de Potemkin” y “Octubre”, son dos de los films en los cuales el escritor percibe que se plasma una mentalidad fanatizada donde el enemigo era sinónimo de demonio.
Su descontento con la Revolución Rusa fue inmenso, como un hincha de fútbol al que le roban su identidad, aunque jamás compartiría ese sentimiento porque la pasión por este deporte no formó parte de su vida. No solo no alentaba a ningún equipo cada domingo, sino que además sostenía que “el fútbol es popular porque la estupidez es popular”. Si esta práctica no llamaba su atención imagínese lo que significaba Mundial para el escritor: “Será una calamidad que por suerte pasará”, dijo sobre el campeonato que se disputó en Argentina en 1978. Otra prueba de su visión sobre el éste deporte fue cuando se reunió con Cesar Luis Menotti de quien le sorprendió que, a pesar de ser tan inteligente, hablara tanto de fútbol.
Si Borges estuviera vivo, ¿qué pensaría de los festejos tras los 100 años de la Revolución Rusa? ¿y del Mundial que se realizará en ese país? Lo que sí se sabe es que no viajaría para presenciar un partido de la Selección.