miércoles, abril 24, 2024

Troost Ekong y Balogun, los defensores del muro oyibo

Rodrigo Cervantes

“Si cualquier compañero dice que no quiere jugar, entonces el equipo lo apoyará de manera unánime en su decisión y nos ataremos a eso”. La frase pareciera corresponder de un reclamo hecho hace varias décadas, pero en realidad fue pronunciada hace menos de un mes por William Troost-Ekong, uno de los pilares de la defensa de Nigeria.

Troost-Ekong se acostumbró a barrer y despejar pelotas, pero cuando quiere puede ser tan ofensivo como lo fueron sus dichos. La cita del defensor ataca a todas las propagandas y publicidades que FIFA mostró y mostrará en distintos Mundiales. Las oraciones del defensor fueron más certeras que cualquier pase filtrado que vaya a suceder en la Copa del Mundo, puesto que dejan en evidencia las constantes contradicciones que tiene y promueve la entidad madre del fútbol en todo el planeta.

A ninguno de los dirigentes de la FIFA se les ocurrió que un jugador nigeriano iba a exponer que ellos eligieron como sede del acontecimiento deportivo más importante a un país donde constantemente se oprime a la comunidad LGBTIQ+ y los habitantes de color son víctimas de racismo. Gianni Infantino y sus compañeros se quisieron hacer los distraídos con las políticas de Vladímir Putin y continuar con su recorrido de engaños, pero se chocaron con un muro: el muro oyibo.

¿Qué quiere decir oyibo? Esta palabra es de origen nigeriano y forma parte de los dialectos del país africanos como el pigdin, el igbo y el yoruba. Oyibo, que según la lengua se pronuncia oyinbo, es el adjetivo utilizado para referirse a las personas que tienen descendencia europea, nacieron en Europa o son percibidas culturalmente como africanos en Nigeria. Troost-Ekong y su compañero de zaga Leon Balogun son los cimientos de este muro que pretende concientizar a su sociedad, y a las ajenas, acerca de la discriminación por su color de piel.

William nació en Holanda, Leon en Alemania. Ambos sufrieron la discriminación en carne propia y en diferentes lugares nada más que por el hecho de ser extranjeros. A Balogun le resultó muy difícil su infancia producto de cómo lo trataban en el colegio y en su club de fútbol, donde recibía burlas por parte de sus compañeros y hasta de su entrenador. Su padre quiso tomar medidas de preocupación y, para evitar ser aún más discriminado, decidió no enseñarle yoruba, su idioma originario.

Por otra parte, Troost-Ekong no sufrió problemas de chico, pero sí cuando se hizo adulto y era un reconocido jugador profesional. Sunday Oliseh, ex figura y director técnico de las súper águilas, no lo citaba regularmente porque decía que los oyibo no eran lo suficientemente fuertes para practicar este deporte.

Pero como dicen por ahí, el fútbol siempre da revancha: Balogun superó aquellos días duros en los que lloraba luego de los entrenamientos y llegó a convertirse en una de las figuras de Nigeria, y Troost-Ekong fue convocado por Samson Siasia (el entrenador que reemplazó a Oliseh en el cargo) para los Juegos Olímpicos de Río 2016, cuando los nigerianos consiguieron la medalla de bronce.

El muro oyibo aprendió a cabecear los centros y a tapar los remates del racismo. Así lograron vencer en Nigeria y en Alemania. Ahora hay un nuevo rival enfrente, uno demasiado fuerte y con gran experiencia en el ámbito discriminativo. Y como si fuese poco jugar en Rusia, el sorteo decidió que terminen la fase de grupos en San Petersburgo, el estadio de uno de los equipos más racistas del mundo, el FC Zenit.

Los hinchas más tradicionalistas o violentos, porque no hay una traducción precisa de barrabrava al ruso, de este equipo se hacen llamar “Los Leones” y le pidieron de diferentes maneras a la dirigencia del Zenit que no aceptaran gente homosexual ni de color para “reforzar la identidad de club”.

La cita será el martes 26 del mes corriente. Nigeria se enfrentará a la Selección Argentina, pero no será el único encuentro que se disputará. Dentro de la cancha habrá un muro y en la tribuna estarán los defensores de la discriminación. El mejor resultado posible sería que las súper águilas se planten y pidan por la suspensión del partido. Así quedarían al desnudo todos los racistas de Rusia y de la FIFA, y ganarían todos aquellos que forman parte del equipo de los oprimidos.

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