Rodrigo Cervantes
No se trata de mala suerte, sino de perspectivas, de cómo se ven tales situaciones que se reciben negativamente. Cuando las malas noticias llegan, parece que vienen todas juntas. ¿Será realmente así o en realidad es que a partir de una desafortunada acción sólo se distinguen enfáticamente aquellos hechos desafortunados para el parecer de cada uno?
En un acto de increíble simultaneidad Diego Maradona y Lionel Messi, los dos jugadores argentinos más importantes de la historia, quedaron en el eje de todos los medios de comunicación por sus graves lesiones. Maradona por una severa artrosis que deberá ser tratada y Messi por una fractura en el radio de su brazo derecho. Pero estos problemas, que ya de por sí tienen una importante gravedad física, se hacen más grandes dentro de sus contextos.
El entrenador de Dorados de Sinaloa fue objeto de críticas por sus festejos luego de la victoria por 3-2 como visitante ante Mineros de Zacatecas por haber bailado en el vestuario con sus futbolistas. Ni siquiera el hecho de haber conseguido 12 puntos de 15 posibles hace que los insaciables tecladistas del odio estén un poco más tranquilos.
Es sorpresivo que su médico personal lo haya expuesto de tal manera, conociendo también su popularidad y cómo reaccionan los medios cuando tratan sobre él, que su ex preparador físico personal, Fernando Signorini, también haya declarado sobre su adicción con las drogas y que su abogado Matías Morla haya comentado la posibilidad de que tenga hijos en Cuba. Todo esto en menos de una semana.
Ante todas estas adversidades, la respuesta de Diego toma un valor aún mayor: “Yo no abandono el barco, porque quiero estar con mis muchachos”. Fino, concreto y claro, como lo fue siempre y lo sigue siendo a pesar de tanta pálida.
Y del otro lado del Océano Atlántico, Messi con su lesión en el brazo y los tiempos de recuperación que esta llevará, que incluyeron los partidos contra el Internazionale de Milán por la Uefa Champions League (en el primero vencieron los culés por 2-0) y también el clásico contra el Real Madrid por la fecha 10 de La Liga española.
Llamativamente, de las 15 lesiones que había tenido el rosarino en su carrera tres fueron contra el Atlético de Madrid, una contra el Real Madrid, dos contra el Chelsea inglés y en otra también se perdió un importante partido de la competición europea contra el Neroazzurri. La actual fue contra el Sevilla, que estaba puntero, después de que la Selección Argentina perdiera con Brasil, sin su convocatoria, lo que provocó muchas críticas hacia su persona.
El cuerpo y la cabeza pueden ser traicioneros o, por el contrario, comprensivos cuando entienden que el desgaste físico y mental necesita un freno. Para ellos es horrible ver los partidos del lado de afuera. La impotencia es enorme, y la bronca aún más. Pero así son ellos. Difíciles, distintos, únicos. Quizás sientan lo mismo que cualquier otro deportista o amante de las actividades lúdicas recreativas. Son los que llevan la 10 en la camiseta, los que les llevan felicidad a sus admiradores. Son felices dentro de la cancha, con la pelota cerca del pie izquierdo. Y así es como deberían estar, ni más, ni menos. Sólo de dieces.