Joaquín Grasso
La ausencia de la estrella Zlatan Ibrahimovi en el Campeonato Mundial de Rusia 2018 representa una enorme pérdida para la selección de Suecia. Ante esta circunstancia, la afición escandinava deposita sus esperanzas en uno de los estandartes ofensivos del equipo: John Guidetti.
Criticado por la prensa y amado por los hinchas, el delantero sobresale del resto de sus compañeros no solo por sus tres temporadas de gran nivel en la liga española. Su peculiar historia de vida, su comportamiento dentro y fuera del campo de juego y sus ideales feministas lo convierten en un jugador singular.
Nació en Estocolmo pero a los tres años debió trasladarse con su familia a Kenia. Su padre, de raíces italianas y brasileñas, fue designado como director de una escuela sueca en la capital Nairobi. Allí, en los suburbios de la ciudad africana, aquel joven de tez blanca y pelo rubio comenzó a forjar su amor por el fútbol. Algunos de sus amigos del barrio, con los que solía pasar sus días corriendo detrás de una pelota, padecían HIV, eran analfabetos y dormían hacinados en viviendas hechas con chapas.
Meses más tarde, su padre decidió fundar el Impala Bromma Boys, una filial del Brommapojkarma sueco, y Guidetti fue parte del plantel. “Lo primero que sucedió cuando empecé fue que enterramos a nuestro capitán, que se ahogó junto con su hermano cuando iban a bañarse en la pileta de unos ricos después de un entrenamiento”, contó el atacante.
Luego de un año en el Impala, se sumó a las filas del Mathare United, el combinado profesional de la organización MYSA para la ayuda al desarrollo deportivo keniata, pero solo disputó un puñado de partidos. Su último equipo en Kenia fue Ligi Ndogo S.C., en el cual permaneció una temporada antes de emprender su retorno a Suecia. “Siempre ha sido muy carismático. Después de los entrenamientos se iba a buscar a otros chicos en los suburbios, en campos llenos de polvo, para jugar descalzo con ellos y endurecer su juego. Llegaba con moretones y arañazos pero no se cansaba nunca”, recordó Chris Amimo, presidente de la escuadra nairobeña.
En su regreso, impulsó la creación de la Guidetti Foundation, una entidad que auxilia económicamente a través del fútbol a niños desamparados de los barrios marginales de Kibera y Mathare. Todos los goles que anota son dedicados, con el símbolo del corazón, a África, continente que lleva tatuado en su brazo izquierdo. “Además de fomentar el deporte, hacemos hincapié a la educación. Cuando dejen la fundación, si no han logrado destacarse como jugadores por lo menos se irán con un oficio y con eso podrán tener una vida mejor”, declaró.
Asentado en su nación, se unió al IF Brommapojkarna, en el que se destacó rápidamente. Esto suscitó que diversas potencias futbolísticas como Manchester City, Inter de Milán, Sampdoria, Lazio, Roma y Ajax posaran sus ojos en el chico de 15 años. Finalmente, su destino sería Inglaterra. Se marchó a Manchester City para ser dirigido por su compatriota Sven-Göran Eriksson.
Desafortunadamente para él, no logró sumar los minutos que pretendía con los citizens y fue cedido en numerosas oportunidades hasta recalar en Feyenoord, de Holanda, donde gozó de un descollante inicio de temporada, marcando 20 goles en 23 partidos. Sin embargo, esa magnífica etapa se vio opacada por un hecho insólito que lo marcó para toda su vida.
En su vigésimo cumpleaños fue a cenar hamburguesas junto a su novia y amigos para luego seguir la fiesta en un club nocturno. Horas más tarde, Guidetti comenzó a sentirse mal. Los fuertes vómitos no lo dejaron dormir en toda la noche. Al día siguiente, Ronald Koeman, entrenador del equipo holandés por aquel entonces, se enfadó con el muchacho acusándolo de que su malestar digestivo era una fuerte resaca. “Juro que jamás he probado una gota de alcohol en mi vida”, se defendió. La posible gastroenteritis que consideraba de antemano, finalmente resultó ser una infección estomacal por la ingesta de carne en mal estado que afectó a su sistema nervioso central y le provocó el entumecimiento de su pierna derecha. Este calvario duró 18 meses e hizo pensar al sueco en el retiro.
Varios medios de comunicación y cercanos al futbolista dieron su carrera por terminada. “Fue un proceso muy largo, mentalmente terrible. Trabajaba 8 horas al día para ponerme a punto y no veía ningún progreso. Tenía grandes sueños, y por eso me resultó tan difícil. Perdí dos años de carrera”, afirmó. Sin embargo, se sobrepuso a esa situación adversa y se preparó para retornar a las canchas más fuerte que nunca. En su reaparición con el Celtic de Escocia, club al cual fue cedido por el Manchester City, marcó 15 goles en 35 partidos y obtuvo el Europeo sub 21 con el seleccionado menor de su nación.
España fue su casa en las últimas tres temporadas y el lugar donde, además de anotar en numerosas ocasiones, expuso su singular forma de ser, poco común en los futbolistas de renombre. En sus dos años y medio en Celta de Vigo y actualmente en Alavés, criticó y denunció el machismo y la xenofobia que existe en el fútbol. “Yo soy 100% feminista. Creo en la igualdad y que todos tenemos los mismos derechos, seamos hombres o mujeres, negros o blancos”, sostuvo. También logró entablar un fuerte idilio con los aficionados, tanto que compuso un rap para ellos e incluso interrumpió su descanso para jugar con un chico en la playa (ambos videos están en Youtube). “Si un niño quiere jugar conmigo, ¿por qué no? A mí no me supone nada y para él significa un mundo. Cuesta tan poco y da tanto. Yo me pongo en su lugar y sé que lo recordará toda la vida, así que debo hacerlo”.
“Si me preguntas cómo era cuando tenía tres años, creo que ahora soy exactamente igual. Normal, simplemente John Guidetti. Si puedo ser un modelo para alguien es genial, pero intento ser el mejor padre, marido, futbolista y persona que puedo”. Así se define Super Guidetti, como le gusta que lo llamen. El jugador atípico. El que resalta del resto no solo por sus dotes cada vez que entra a la cancha. Y el que intentará llevar a su selección a lo más alto del Mundial.