Juan Ignacio Saravia
Las personas transexuales pueden sufrir emocionalmente el proceso por el cual deciden cambiar de género. En diálogo con El Equipo, el psicólogo y docente de la UBA (Universidad de Buenos Aires) Ricardo Iacub afirma: “No es que todos ellos sienten que fueron algo distinto durante mucho tiempo sino que se trata de un vínculo con uno mismo donde cada uno puede seguir encontrándose. Lo más valioso es elegir lo que uno quiere ser a cualquier edad”.
Cuando una persona toma la decisión de cambiar de género puede recurrir a tratamientos psicológicos para buscar ayuda en este proceso. El tratamiento comienza con una evaluación, seguida de varias entrevistas prolongadas durante varios meses para estar totalmente seguros de la transición. Muchas mujeres, por ejemplo, descubren allí su sexualidad pero pueden no encontrarse en una situación que facilite su cambio de género, por lo que el psicólogo descarta esta opción aunque sigue tratando a su paciente. Esto puede ocurrir a cualquier edad: la película Laerte-Se, por ejemplo, refleja la historia real de la vida de Laerte Coutinho, una humorista gráfica brasileña que a sus 58 años, luego de casarse tres veces, tener tres hijos y ser reconocida en los medios, admitió sentirse mujer para, años más tarde, declararse definitivamente una mujer transgénero.
En el deporte puede ocurrir que una persona sea discriminada o marginada de una actividad por ser transexual, ya sea por sentirse mujer tras haber nacido con órganos masculinos o por sentirse hombre tras haber nacido con órganos femeninos. Más allá del deporte, según Iacub, cualquiera que haya sido negado a oportunidades en su vida padecerá situaciones complejas a nivel psicológico y pone como ejemplo a la tenista Reneé Richards, que en 1976 fue privada de jugar el Abierto de Estados Unidos con las mujeres por haber nacido hombre, aunque ella había cambiado su sexo el año anterior.
Muchos de ellos han sufrido distintos tipos de agresiones y esto es producido tanto desde afuera como desde adentro de la persona: “Por un lado se generan una tensión y un miedo muy fuertes por tratar de evitar cualquier situación que se asemeje a la violencia. Por otro, existe una opresión interna en la que el ser humano, por más de tener claro lo que quiere ser, es víctima de las creencias externas y genera una homofobia o transfobia interna que hace que se aleje de ciertos gustos por determinados estereotipos”, indica.
Algo similar ocurre con los varones homosexuales, quienes tienden a no querer participar de ciertos deportes como el fútbol porque la sociedad los masculinizó y sienten que no tendrán posibilidades. Vale recordar el caso de la los Dogos, selección argentina y primer equipo gay en Sudamérica.
“Hay muchas situaciones en las que este tipo de personas o cualquiera perteneciente a la comunidad LGBT (Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales) se niega a consultar un médico por miedo a que lo llamen por un nombre que no los identifique o que pertenezca al sexo opuesto, que les hagan preguntas vergonzosas e incómodas o que se las critique y se les detecte una enfermedad grave que ellos no sabían”, añade Iacub.
Todas estas cuestiones van en contra de su salud. “El deporte como ritual simbólico social muchas veces limitó a que puedan ordenarse”, señala Iacub y agrega: “No deben cerrarse en sí mismos y deben salir de ciertos espacios étnicos exclusivos que tienen y que funcionan como guetos, como los judíos que eran obligados a permanecer en ellos”.
“La inserción en el deporte aporta una vida más saludable psicológicamente. Para la comunidad trans esto es muy importante porque, ante la falta de ánimo, estas personas tienden a caer en el alcohol o en las drogas. Por otro lado, no debe dejarse de lado la educación, la cual genera trabajo y elementos para su vida cotidiana”, concluye.