Martin Cascardo (@MartinCascardo1)
La discriminación y la escasa reglamentación en la materia son obstáculos que los atletas trans deben atravesar no solamente en Argentina, sino que a lo largo de todo el mundo existen casos emblemáticos en los que se impusieron una serie de impedimentos para la normal práctica deportiva en el género con el que se identifican.
El primero en tomar relevancia pública se remonta a 1976, cuando la tenista trans estadounidense Reneé Richards de 42 años iba a disputar el US Open en el circuito femenino, pero ante el reclamo de otras jugadoras la organización exigió una verificación de cromosomas, según la normativa del Comité Olímpico Internacional para la época.
Ofendida por la medida, Richards demandó a la Asociación de Tenis de Estados Unidos ante la Corte de Nueva York. Un año más tarde, el tribunal le dio la razón y en consecuencia Reneé pudo entrar en el cuadro principal del US Open 1977.
Previo a su operación de cambio de género en 1975, Reneé ya había participado del certamen cinco veces, durante la década del ’50, en individuales masculinos como Richard Raskind, su nombre de nacimiento. Sin embargo, sólo en 1955 y en 1957 había logrado superar la primera ronda. Para el abierto de 1977 sus resultados tampoco fueron exitosos a nivel individual femenino, ya que quedó eliminada en su debut, pero en contrapartida Richards se destacó como doblista al llegar hasta la final del torneo.
A partir de allí, Reneé tuvo actuaciones destacadas en esa especialidad y en la de dobles mixtos –en la que llegó a jugar junto a Illie Nastase y Jimmy Connors– hasta 1981, cuando a sus 47 años dejó de jugar y se dedicó a entrenar a Martina Navratilova.
Un caso similar fue el de la golfista trans Lana Lawless, que también debió recurrir a la vía judicial. La estadounidense de 57 años debió demandar en octubre de 2010 a la Ladies Professional Golf Association (LPGA) de su país, ya que su reglamento solo habilitaba a competir a “mujeres de nacimiento”.
La controversia en torno a la autorización de Lawless se produjo a partir de que se consagró campeona mundial en 2008 de long-drive, una especialidad que premia a aquel que impulse la pelota a la mayor distancia posible. La golfista había logrado que la bola recorriera 232 metros y al respecto explicaba en una nota con La Vanguardia: “Gané gracias al viento favorable y a mi técnica que he entrenado durante diez años. El proceso de conversión transexual (realizado en 2005) ha provocado que pierda masa muscular y el tratamiento ha bloqueado mi producción de testosterona. En siete meses he perdido más de 20 kilogramos y mis músculos se atrofiaron rápidamente“.
Afortunadamente para Lawless, a dos meses de iniciada la demanda, los miembros de la LPGA aprobaron la eliminación de la condición de “mujer de nacimiento” para la autorización de las golfistas, siguiendo las recomendaciones del COI, que para 2003 por primera vez autorizaba a los atletas trans a competir, siempre y cuando estos se hubiesen sometido a una cirugía de reasignación de género y un tratamiento hormonal por al menos dos años.
La norma del máximo organismo del olimpismo mundial ya había sido retomada previamente por la Australian Ladies Professional Golf en 2003 y la Ladies European Tour en 2005 luego de los constantes reclamos de otra golfista, la danesa Mianne Bagger, que se convirtió en la primera transexual en competir profesionalmente al disputar el Abierto de Australia de 2004.
Así como el golf ha mostrado una mayor apertura hacia la inclusión de atletas trans, el ciclismo es otro de los deportes pioneros en la materia. Incluso en 2002, un año antes de las primeras recomendaciones del COI al respecto, la Unión Ciclista Internacional ya le había ratificado la licencia profesional a la corredora canadiense trans de mountain bike Michelle Dumaresq.
Sus buenas actuaciones a nivel nacional –se consagró en la Canadá Cup Series de 2002 y en los campeonatos nacionales de 2003, 2004 y 2006– le permitieron representar a su país en distintos torneos internacionales, entre ellos el Mundial de Les Gets 2014, en el que alcanzó el 17° puesto.
Algunos años más tarde, la canadiense Kristen Worley, la holandesa Natalie Van Gogh y la estadounidense Jillian Bearden también obtuvieron sus licencias profesionales.
Por último, existen también casos de hombres transgénero que se desempeñan en el alto rendimiento, derribando el mito de una supuesta desventaja física. El más famoso es el de Chris Mosier, especialista en duatlón sprint, que en 2015 se convirtió en el primer atleta trans en calificar para un seleccionado nacional estadounidense distinto a su género biológico.
Sin embargo, Mosier, que es además autor del sitio transathlete.com de ayuda a deportistas trans, explicaba que “sabía que no sería elegido para competir en el campeonato mundial del año siguiente por el reglamento de atletas transgénero, que en ese momento declaraba que debía someterme a una cirugía completa”.
Su reclamo llegó hasta el Comité Olímpico Internacional que finalmente determinó en noviembre de 2015 que los atletas trans no estaban obligados a operarse, sino que el único requisito excluyente era su tratamiento hormonal. En consecuencia, Chris Mosier pudo competir por primera vez representando a su país de manera internacional en junio de 2016: “Se trata de una oportunidad no sólo para mí, sino que siento que es una puerta abierta para que otros nuevos atletas puedan enamorarse del deporte y ser ellos mismos”.