jueves, marzo 28, 2024

Alejandro Orfila: “Nadie pegaba más que yo”

Por Ludmila Herner

El día estaba nublado, pero cada tanto se asomaba un rayo de sol que iluminaba el césped del Estadio Beranger en la localidad de Turdera. Ahí se encontraba Alejandro Chano Orfila, el hombre de ojos marrones, barba, su inevitable calvicie y con cara de enojo tratando de guardar la enorme ternura que le viene desde adentro.

Su voz nítida y pausada llega clara al micrófono porque en él, difícilmente exista una escasa elaboración de las frases. Del uruguayo al que habitualmente se lo ve de traje, corbata, anteojos y su valija que tanto lo identifica no podía esperarse otra cosa. “Respecto a mi vestimenta, yo siempre fui atípico. Trataba de andar de camisa cuando era jugador y ahora que soy Director Técnico ni hablar, voy de traje todos los partidos”, reconoce en diálogo con El Equipo.

Buscar al rival, pegarle y hacer el juego sucio. El combo que revolucionó el concepto del cinco clásico. Ese mediocampista áspero que se hacía fuerte, hoy a los 47 años viaja en el tiempo y recuerda su paso en el fútbol argentino.

En su tierra, con 14 años dejó los estudios y se dedicó a trabajar mientras iniciaba su carrera futbolística en Defensor Sporting, club que ya desde aquellos años era de los que mejores trabajaban con los juveniles en el país. Tras debutar en el año 1996, tuvo la posibilidad de cruzar el Río de la Plata y ser vendido a Tigre, en Argentina, sin saber que ese sería el comienzo de la formación de su familia, su carrera y con el paso de los años ser uno de los directores técnicos más emblemáticos del ascenso.

“Nunca imaginé todo esto, en ese momento pensé en venir a Argentina por 4 o 5 años y volver de vuelta a mi país porque era muy joven y apegado a mi familia, pero acá tenía más posibilidades de formarme y poder ser alguien reconocido”, recuerda.

Siempre con el termo y el mate debajo del brazo como buen uruguayo, la adaptación al fútbol argentino no fue para nada fácil. Orfila admite que fue el volante propulsor de meter diagonales -que hasta ese momento no existía-, pero que todo cambió: “En un partido frente a Huracán me di cuenta que lo mío no era el juego sino meter patadas. Y como a la gente le gustaba, entendí que así podía permanecer”.

Ni cinco ni metedor por nacimiento, sino por adopción. De a poco lo fueron formando y así transformó su posición de ocho a un volante central “como los de antes”, un cinco táctico que iba a buscar siempre a los rivales pero con inteligencia, cuando el árbitro no veía, se mandaba alguna maña de las suyas.

Nadie pegaba más que yo. La gran mayoría de los jugadores decían que yo era un mala leche pero después me conocían fuera del campo de juego y pensaban lo contrario”, asegura Orfila.

Aunque se reconozca como una persona frontal, el DT de Temperley (pelea por ingresar en el Reducido en la Zona A de la Primera Nacional) contó que es muy respetuoso y sabe dónde está su límite.

Sucio en el campo pero con la virtud de no recibir tantas expulsiones. Con el paso del tiempo fue generando una fisonomía para representar lo que en Argentina se llama la “garra charrúa”. Calvo, barba vikinga y la camiseta arremangada intimidaban a los rivales dentro de la cancha. Para Alejandro Orfila su carrera se basó en eso, ser líder y caudillo para su equipo, jugando con pasión y ganas de ganar constantemente. “Los entrenadores de los equipos me llamaban por eso, porque necesitaban orden y un líder”, recuerda en los pasillos del Beranger.

El último rayito de sol caía por las tribunas de la casa del Gasolero en el cual a las cinco y media de la tarde se percibe una tranquilidad que hace olvidar que una de sus tribunas golpea contra la Avenida 9 de Julio, por donde transitan miles de autos por día. En las calles de ese barrio pero hace 20 años atrás, el Chano daba sus primeros pasos en el ascenso del fútbol argentino en el Club Atlético Temperley.

Sportivo Italiano, Almirante Brown, Tristán Suárez, Deportivo Morón y Barracas
Central, fueron algunos de los equipos en los cuales vistió su camiseta y formó parte de su trayectoria en el país. Se retiró en San Miguel después de haber jugado ahí el último semestre del año 2015 y hasta casi sus 40 años. Enseguida supo que quería ser entrenador. Tras un año de descanso tomó la decisión de dejar de lado el guerrero que les pegaba en los tobillos a los rivales para abrirle camino y pasar a ser el gurí que transmite sus propias enseñanzas de vida.

Después de tantos años en el ascenso no quedaban dudas de que Uruguay tenía que seguir esperando para su llegada y Comunicaciones fue el que le abrió las puertas a esta nueva etapa de entrenador. Atlanta, Belgrano, Morón y Brown, fueron los equipos en los que estuvo al mando con la particularidad de ser el técnico con más equipos dirigidos en menos tiempo en la categoría. “En casi todos hice buenas campañas pero el fútbol argentino es así, muy resultadista. El ascenso es inigualable pero tiene esas cosas, yo me lo tomo con responsabilidad pero es mi trabajo y con eso soy muy exigente”, explica.

Orfila se identifica como un entrenador apasionado, trabajador y leal. Tras su salida de Almirante Brown, la experiencia le dio una nueva oportunidad en la máxima categoría de ascenso del fútbol argentino casi inmediatamente y después de 14 años regresó a la casa de Temperley. “Mis equipos, por lo general, siempre son muy ofensivos, pero trato también de que sean equilibrados, que sepan transitar los momentos de cada uno de los partidos. Así que en eso estamos trabajando”, define.

Con el mismo objetivo desde que comenzó y el mismo que estableció el club al inicio de la temporada, el Chano expresó su deseo de mantenerse entre las primeras posiciones y así lograr el tan deseado ascenso con el Celeste.

Futbolero de sangre. Sólido, contundente, ordenado y presionando mucho en campo rival es como les impone su estilo a los jugadores. Como técnico, está del otro lado de lo que mostraba en las canchas, del áspero volante central no parecen quedar rastros. El uruguayo reveló que por las condiciones que tuvo hizo una carrera extraordinaria. Un cinco como los de antes, de esos que ya no existen.

Ahora su función está del otro lado de la línea de cal del Beranger, pero sin las características que tanto lo representan cuando se recuerda su tiempo en pantalones cortos.

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