viernes, abril 19, 2024

Italia 90: cuando en Argentina no importó perder

Por Juan Segundo Giles

El 9 de julio de 1990, la Selección Argentina retornó al país muy dolida luego de haber perdido la final de la Copa del Mundo de Italia 1990 contra Alemania Occidental el día anterior. Sin embargo, el recibimiento que tuvieron los jugadores argentinos en su llegada al país fue digno de un auténtico campeón, ya que desde el Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini hasta la Casa Rosada, donde los esperaba el presidente de la Nación, Carlos Saúl Menem, miles y miles de argentinos aguardaron ansiosos el regreso de los subcampeones del mundo, a tal punto que el trayecto duró cinco horas y media aproximadamente, según las propias palabras de Sergio Goycochea. “La bienvenida está siendo mucho más emotiva que en 1986”, declaró el técnico argentino, Carlos Salvador Bilardo, ese mismo día. A su vez, el delantero Gustavo Dezotti confesó que “realmente no creíamos que nuestro arribo podía ser de esta manera, nos recibieron como campeones”.

Diego Maradona y Carlos Bilardo en el balcón de la Casa Rosada.

Ahora bien, ¿por qué en un país tan resultadista como Argentina, donde “el segundo es el mejor de los perdedores”, el equipo nacional adquirió ese reconocimiento? Para responder esta pregunta hay que remontarse, en un primer momento, a las semanas previas al Mundial de Italia 1990, en las que Bilardo tuvo que dejar afuera de la lista de convocados al defensor central José Luis Brown –lesionado en una de sus rodillas- y al delantero Jorge Valdano – tenía desgarrado el músculo isquiotibial izquierdo-, dos jugadores que habían sido claves en el Mundial de México 1986. “Pasé seis meses nadando y justo me ahogué cuando estaba llegando a la orilla”, expresó Valdano. Por su parte, Bilardo explicó que no lo veía para afrontar un Mundial y que su salida se debía a razones físicas: “Probamos hasta último momento y vi que no estaba para rendir 30 minutos con la intensidad necesaria, como era mi idea”.

Llegado el Mundial, las lesiones de los jugadores seguían causándole un dolor de cabeza al entrenador nacional. A una semana del partido inicial ante Camerún, todos los ojos estaban puestos en Diego Armando Maradona, debido a que se encontraba sin uña en el dedo gordo del pie, producto de los pisotones recibidos durante la temporada europea, y no podía entrenar con normalidad. A su vez, varios campeones del mundo en México ´86, como Jorge Burruchaga, Sergio Batista, Julio Olarticoechea y Ricardo Giusti no llegaban en óptimas condiciones, y Oscar Ruggeri arrastraba una pubalgia que le permitió jugar el primer encuentro de la fase de grupos, pero lo dejó fuera de las canchas hasta el enfrenamiento contra Brasil por los octavos de final.

Maradona recibiendo una patada de Ndip en el primer partido de la fase de grupos.

La dura derrota en el partido inaugural ante el seleccionado africano por 1 a 0, recordado por el bajo nivel futbolístico de los jugadores argentinos, la sistematización de faltas agresivas que implementaron los cameruneses, y la histórica frase de Bilardo: “Si quedamos eliminados, es mejor no regresar a la Argentina y estrellarnos con el avión”, producto de esa caída, no fue todo. El arquero Nery Pumpido sufrió una fractura de tibia y peroné a los 11 minutos del segundo partido, ante la Unión Soviética, luego de chocar contra su compatriota Julio Olarticoechea y fue reemplazado por Sergio Goycochea, quien logró mantener el arco en cero para que su equipo pudiera vencer a los soviéticos por dos goles de ventaja, con tantos de Pedro Troglio y Jorge Burruchaga.

El momento exacto de la lesión de Nery Pumpido tras chocar con Julio Olarticoechea.

Posteriormente, la Selección argentina, tras empatar 1 a 1 ante Rumania en el último juego correspondiente a la fase de grupos, clasificó a la instancia final como una de las mejores terceras. Sin embargo, el equipo argentino se encontraba lejos de ser aquel que había conseguido el anterior campeonato del mundo, ya que el nivel de juego que mostraba era preocupante y las lesiones seguían ocupando un lugar central. Además, lo peor era que su siguiente rival en el cruce de octavos de final sería Brasil, quien había clasificado en primer lugar luego de haber ganado sus tres partidos correspondientes a la fase de grupos y tenía jugadores de gran nivel como Careca y Alemao, ambos compañeros de Diego Maradona en Napoli. 

La Selección de Brasil era la amplia candidata para hacerse con el pase a los cuartos de final y lo hizo notar en el terreno de juego, ya que la “Verde-amarela” doblegó a la Argentina durante 80 minutos, tuvo tres tiros en los palos y generó una gran cantidad de situaciones de gol. 

Pese a ello, uno de los hechos por el que esa Selección aún es recordada no se había escrito todavía. A los 81 minutos, Claudio Paul Caniggia anotó el primer y único gol del partido, luego de una embestida individual extraordinaria de Diego Maradona -no había podido ponerse los botines hasta el día anterior por una importante inflamación en su tobillo izquierdo- desde mitad de cancha que lo dejó solo de cara al arquero rival. “Cuando miré para adelante, vi un rayo que me picaba en diagonal (Caniggia) y al ver que la pelota le pasó entre las piernas a Mauro Galvao (defensor de Brasil) yo solo dije ´Cani te pido por favor que patees´”, narró Diego Maradona en TyC Sports. Por otro lado, “El hijo del viento” manifestó que Maradona había sido el único capaz de ver esa jugada en su cabeza.

Efectuado el “milagro” de octavos de final, llegaron dos partidos que bautizaron como “héroe” a Sergio Goycochea: Yugoslavia en cuartos de final e Italia, el local y favorito, en semifinales. El arquero argentino había comenzado como suplente en el Mundial y llegaba con más de seis meses de inactividad, pero la lesión de Nery Pumpido le dio la oportunidad de ingresar y lucirse en un campeonato que le cambió la vida. Luego de dos partidos en los que Argentina no pudo sacarle ventaja a sus rivales, la imagen de Goycochea apareció y depositó a la Selección argentina en la final del mundo al atajar dos penales en cada cotejo. Un nuevo “ídolo” había surgido.

En el encuentro decisivo, Argentina se enfrentó a Alemania Occidental, es decir, el mismo rival con el que había disputado cuatro años antes la final en México, donde Argentina se coronó campeona del mundo, pero esta vez el resultado fue el opuesto.

Al igual que durante toda la copa, Bilardo no contó con su equipo ideal, pero en este caso debido a las suspensiones. Julio Olarticoechea, Sergio Batista y Claudio Caniggia –figura del Mundial- habían visto su segunda tarjeta amarilla en el partido ante Italia y Ricardo Giusti había sido expulsado en el mismo encuentro. “En la final ustedes (Argentina) perdieron jugadores fundamentales y eso incidió en la derrota. Cuando no contás con tus mejores jugadores es muy difícil. Nosotros estábamos muy contentos de que Caniggia no estuviese ese día en la cancha”, exteriorizó el capitán alemán de 1990 Lothar Matthäus. 

Si antes del partido el escenario ya era adverso para la Selección Argentina, todo se agravó aún más cuando gran parte de los 73 mil espectadores que habían ido esa tarde al Estadio Olímpico de Roma –en su mayoría italianos, alemanes y brasileros– silbaron el Himno Nacional Argentino, lo que provocó otro de los episodios más conocidos del fútbol mundial: el enojo de Maradona. Él sentía que los italianos -sobre todo los napolitanos por ser de donde él jugaba- lo estaban traicionando y demostró su furia al gritar: “¡Hijos de puta!”, cuando la cámara lo enfocó.

Con todo ese contexto, igualmente Argentina pudo hacerle frente a Alemania Federal, pero cayó 1 a 0 producto de que a 5 minutos de que finalizara el tiempo regular, el árbitro mexicano Edgardo Codesal cobró un penal a favor de los germanos por una falta polémica de Roberto Sensini sobre Rudolf “Rudi” Völler. Andreas Brehme lo convirtió en el único gol del partido y 16 años después comentó: “El penal que yo marqué no me pareció falta. Fue una entrada correcta, aunque peligrosa por haber sido dentro del área y a tan pocos minutos del final”.

De esa manera, el equipo nacional de 1990 quedó marcado en la historia del fútbol argentino, no por haber perdido la posibilidad de obtener su tercera Copa del Mundo, sino por todo lo que atravesó durante la misma, como haber jugado con una gran cantidad de futbolistas que llegaron en inferioridad de condiciones físicas o que se fueron lesionando con el transcurso de la competición; haber derrotado de una manera agónica a su clásico rival –Brasil- con el gol de Caniggia y la asistencia inolvidable de Maradona con el tobillo del tamaño de una pelota de tenis; los penales atajados por Sergio Goycochea, de quien se tenía mucha incertidumbre respecto a si le alcanzaría el nivel para defender el arco argentino y terminó el Mundial como uno de los grandes protagonistas; la sensación de que se podría haber conseguido algo más si Codesal no hubiese pitado ese penal y el escenario adverso que Maradona y sus compañeros atravesaron en los partidos contra Brasil y Alemania Occidental, en los cuales el público estuvo en su contra. 

Todo ello, sumado a que dentro del plantel se encontraban siete campeones del mundo de México 1986, generó que la sociedad argentina recuerde y reconozca a ese plantel como una de las Selecciones más queridas de la historia del país, aún 30 años después. “El equipo se sobrepuso a todo y mantuvo el prestigio que se había ganado en el Mundial anterior. Por eso la gente nos recibió como campeones, aunque no lo fuimos”, declaró Sergio Goycochea.

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